jueves, 30 de agosto de 2007


La juventud está de moda. La han puesto de moda, sorprendentemente, los adultos, al convertirlos en sus modelos de identificación y de conducta. Rompiendo o, mejor, trastocando el papel tradicionalmente asignado a las edades, hoy son los adultos quienes, a diferencia de las generaciones precedentes, imitan y corren tras los jóvenes, y no al revés, como normalmente siempre ha acontecido y parece que debería seguir aconteciendo. Esta mimetización de la subcultura juvenil por los adultos, conocida por el fenómeno de la «juvenilización» adulta, ha traído consigo consecuencias negativas para la juventud. Entre las principales, la privación que ha supuesto para la juventud de los necesarios modelos de proyección e identificación adultos para llevar a cabo la configuración de la propia identidad personal. Sabido es el importante papel que juegan los modelos de proyección e identificación en la correcta socialización del individuo, tarea esta que se desarrolla esencialmente en el período vital de la edad joven. La juventud cambia a la velocidad del entorno sociocultural, porque nadie como ella, ni antes que ella, es capaz de captar y de encarnar las nuevas sensibilidades socioculturales. Dado el cambio acelerado de las sociedades occidentales en general, y de la sociedad española en especial, desde la década de los sesenta, los estudios sociológicos suelen distinguir cuatro generaciones -una por cada década-, netamente diferentes. La generación actual -la de los años noventa-, a diferencia de la famosa generación rebelde de los años sesenta, que significó una ruptura radical con la generación de sus padres, representa una vuelta sin precedentes al hogar familiar. De entre todos los valores a estimar, el valor de la familia es el que adquiere en la actualidad entre los jóvenes el aprecio más alto. Aparte otros muchos factores que, durante todo este tiempo, han estado favoreciendo la tendencia de los jóvenes a la estima y permanencia en el nido del hogar, la paz familiar, que ahora, como nunca antes, parece reinar en los hogares españoles, suele explicarse, fundamentalmente, por el cambio de actitud de los padres en el trato y relación con sus hijos.

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